SER AUTÉNTICO O AUTÉNTICA.
- SER AUTÉNTICA/O
- SINCERA/O
- NO MENTIRSE BAJO NINGÚN CONCEPTO,
- SER CONSTANTE,
- Y JAMÁS NEGAR LA REALIDAD.
Si te falla alguno de estos aspectos, revisa el acuerdo que tienes contigo, y hazte el firme de propósito de llevarlo a rajatabla a partir de ahora. Casi lo mejor que se puede decir de una persona es “que es auténtico/a”, porque eso implica que es, por encima de cualquier otra cosa, él o ella mismo/a. Eso no quiere decir, y hay que tener mucho cuidado y no confundirse, que auténtico quiera decir ser testarudo/a o ser fanático/a.
Quiere decir que nuestra personalidad es de un modo y que estamos de acuerdo con ese modo, y así nos manifestamos, y que somos fieles a nosotros/as mismos/as, respetuosos/as con nuestra alma, nuestro Ser y devotos de la verdad; que somos coherentes con lo que pensamos y sentimos, y nos mostramos y somos en coherencia con ello.
Cuando uno/a sabe y siente que se respeta, la autoestima se siente beneficiada y alcanza un nivel correcto. Se crea un sentimiento de plenitud y felicidad que no lo proporciona ninguna otra cosa. Se produce un bienestar que reafirma la seguridad personal y la confianza en estar haciendo lo correcto. El estado de ánimo se ve alentado por lo conseguido. La conciencia da su beneplácito.
Es la sensación de respeto hacia Uno/a Mismo/a, la sensación de buena relación con Uno/a Mismo/a, y con la propia dignidad; es una felicidad distinta, como la del deber cumplido: la sensación de estar haciéndolo bien y escuchando los propios aplausos y felicitaciones. Es un pequeño Nirvana.
Para ello, es necesario, evidentemente, no vivir pendiente de satisfacer las expectativas de los y las demás –si no coinciden con las nuestras-, y sí con las que emanan de nuestro más profundo interior. Para progresar en el Camino de la autenticidad es necesario perseverar. La inconstancia nos debilita y desvalora ante nosotros/as mismos/as. El propósito ha de ser dar un paso, por mínimo que sea, cada día.
Para ser auténticos/as es imprescindible desprenderse de lo que no somos y de lo que no nos pertenece.
Poco a poco -desde que comenzaron con nosotros/as ese proceso que debiera ser de educación-, y luego después -a lo largo de toda la vida-, se nos han ido añadiendo cosas que no son nuestras, y, en algunos momentos, y como necesidad de supervivencia, hemos tomado la costumbre de no ser nosotros/as mismos/as en algunos aspectos, y hemos hecho concesiones aun sabiendo que no debiéramos hacerlas.
No es malo que lo hayamos hecho, lo malo es seguir haciéndolo.
Nadie se puede culpabilizar de haber dejado el piloto automático puesto en los momentos que no sabíamos gobernar nuestra vida, pero desde ahora, desde que emprendimos el Camino, somos del todo responsables de ser Uno/a Mismo/a, por respeto, precisamente, a ese Uno/a Mismo/a que tenemos la fortuna de ser.
Ahora, eso sí, hay que revisar la escala de valores, los sueños y deseos, las metas e ilusiones, y ponerse a la grata tarea de realizar todo ello, descartando, con gran agudeza, lo que no es auténticamente nuestro, sino que nos lo han impuesto o sugerido. Lo primero, lógicamente, reafirmar la autenticidad irrepetible que somos. Ser de verdad. Ser auténticos/as.
¿Cuáles son mis verdades esenciales? ¿Cuál es la realidad de mis cosas? ¿Quién soy yo de verdad?
Y una vez que se tienen respuestas, a defenderlas con la palabra y con los actos.
La fidelidad a los principios esenciales, los que de verdad son auténticas/os, está por encima del quedar bien o satisfacer esperanzas ajenas. Quién soy yo… y serlo. Aunque va a doler en más de una ocasión. Aunque se van a presentar más de una duda, aunque se van a tambalear algunos cimientos. Esa es la pista: si se tambalean, si no son firmes, no son tuyos. Los/as auténticos/as tienen una solidez inamovible, porque nacen de tu propia convicción, y esa seguridad es notable.
La autenticidad se confirma y consolida cuando al hacer o decir algo nos sentimos más sinceros/as, seguros/as, honestos/as, congruentes, positivos y autoafirmados. Tenemos que sentir que hacemos lo correcto de acuerdo con la persona que hemos descubierto que somos. Si al mostrarte auténtico/a sientes una armonía psicológica, una paz interior, una sensación de bienestar emocional y de una cierta plenitud, una conformidad absoluta con lo que estás haciendo, y un poco de sano orgullo por lo que estás consiguiendo ser, y que estás comportandote del modo adecuado.
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